HISTÓRIA DE GALIZA

(en dialecto mesetário coma no orixinal, axiña dispoñíbel versión en galego)

 

"Hace mucho tiempo que pienso -dice el ilustre Edwards- y no soy el único de esta opinión, que si la fisiología ha permanecido por tan largo espacioextraña á la historia, es porque no se han estudiado bastante sus relaciones." En efecto, la fisiología, como la lingüística, ha venido á descubrir los lazos indestructibles que unen á los hombres de hoy con los hombres de quienes descienden y con aquellos que, ramas de un mismo tronco, se parecen como hermanos, aunque se hallen separados por el tiempo y la distancia. El sabio fundador de la sociedad ethnológica de París ha probado con la lógica poderosa de los hechos y con la luz de la ciencia, que muchos de los diversos tipos de la gran familia humana se conservan puros y que no basta ni la influencia del clima para modificar los caracteres distintivos de cada tipo, ni los diversos cruzamientos para alterarlos de una manera decisiva.

Esta gran verdad la hemos visto confirmada en nuestro mismo país de una manera de no deja lugar a duda. En efecto, á poco que se recorra el territorio gallego, á poco que se observen y estudien los caracteres físicos de los diversos indivíduos que le pueblan, se advierte que son distintas las razas que ocupan nuestro país.

Por más que hablen un mismo idioma, nadie se atreverá á asegurar, que los habitantes de las montañas del centro de Galicia son, en lo general, de la misma familia que los del país de la Limia, porque nadie puede confundir al descendiente del  legionario romano, con el de las tribus célticas.

Si la historia no nos dijera bien claro que estos dos pueblos ocuparon Galicia, y la proporción en que la ocuparon, la presencia en ella y el número de sus descendientes bastaría para indicárnoslo. En nuestros viajes por Galicia, -los bastantes para habernos convencido de esta gran verdad, escasos, sin embargo, para hablar con completo acierto de esta grave cuestión,- hemos notado que al menos en las provincias de la Coruña y Lugo el tipo celta domina sobre todos, y que el romano, aunque numeroso, se halla como arrinconado en ciertos lugares, cuyo nombre, muchas veces latino, recuerda la colonia del hijo del Lacio. Una continuada série de observaciones, nuestra residencia en Santiago, á cuyos mercados concurren campesinos de diversas comarcas, nos ha dado la certidumbre de que en el país gallego pueden marcarse con toda certeza las localidades que colonizaron los romanos, con solo atender á los caracteres físicos de sus habitantes. Es imposible confundirlos. Más de una vez hemos tenido ocasión de observar que la población que ocupa el cercano valle de los Angeles, es en su mayoría romana.

Para convencerse de ello, basta ver sus mujeres, cuyas hermosas cabezas traen á la memoria los bustos romanos . ¿Cómo no pensar, en vista de esto, que á los valles de Ortoño y de los Angeles debieron refugiarse durante la irrupción árabe los habitantes de la grande y populosa Iria, para nosotros ciudad de contratación de los fenicios, más tarde ocupada por colonias romanas? ¿No es natural que una vez interrumpido todo comercio, y teniendo el hombre que vivir del trabajo del campo, se retirasen á estos dos ricos y fructíferos valles, los moradores de Iria Flavia, cuando hallaban en ellos igual hermosura, igual templanza en el clima, que el de la ciudad que abandonaban? Ambos valles, y los dos lados del río Sar que los atraviesa, están llenos de lugares y aldeas, cuyos nombres célticos, indican la presencia de los principales pobladores de Galicia.

Lo mismo se advierte si se examina la población del gran territorio que se extiende al norte de Santiago, y se visitan las comarcas por donde el Tambre lleva su corriente, pues se ve que el tipo celta cubre por completo toda aquella vasta extensión, que por alta, por fría y lluviosa, dejó el romano á sus antiguos habitantes. Otro tanto hemos observado en la Coruña y sus alrededores, en donde el tipo celta se ve frecuentemente al lado del romano, aunque este en número no crecido. Si se sigue el camino que por Carballo y Ponteceso conduce á Laxe y puertos vecinos, se advierte que la presencia de ambos tipos en unos mismos sitios es menos frecuente, que el celta ocupa mayor extensión, y que el romano se limita á sus antiguas colonias y lugares comarcanos, como sucede en Carballo y Ponteceso, en cuyas aldeas el laurel crece entre el roble, formando setos vivos, y siendo como símbolo de la unión eterna da ambas razas.

Nunca olvidaremos, que a orillas del Anllons, río que al desembocar en el mar pasa bajo los arcos de un puente romano, hemos visto un joven como de diez y siete años, cuyo tipo latino se conservaba tan puro, que á vestir la túnica, creeríamos ver al hijo de un patricio que acababa de dejar las orillas del sagrado Tíber.

En los mercados de Lugo tuvimos ocasión de observar lo mismo. En todo el camino que desde Santiago va directamente á aquella ciudad, el celta domina enteramente, y solo cuando se llega á la célebre Lucus Augusti, se vuelve á hallar el tipo romano. No conocemos suficientemente los lugares cercanos á esta última ciudad; pero por lo que hemos visto en sus mercados, podemos asegurar, que si bien los descendientes del celta son más numerosos, no deja de hallarse también y con bastante frecuencia el tipo romano.

Tampoco conocemos como se necesita para entrar en esta clase de consideraciones, las provincias de Orense y Pontevedra, sin embargo de que podemos asegurar que el habitante de la Limia es de origen romano, y que en Tui, que muchos tienen por colonia griega, abunda entre los campesinos el tipo celta, que hemos observado también en muchos habitantes y aun comarcas de la provincia de Ourense.

Creemos, por lo mismo, que un estudio más detenido de la población de ambas provincias, nos daría idéntico resultado que el de las otras dos provincias hermanas, pero no podemos afirmarlo, esperando que los que sigan trabajando y completando el cuadro que intentamos trazar, permitirán á los que á lo sucesivo se dediquen al estudio de nuestra historia, rechazar más de una fábula y afirmar de nuevo más de una verdad inconcusa.

Para terminar; el tipo fenicio y cartaginés, puede sospecharse en algunos pueblos de la ría de Arousa, el griego se halla más esparcido, y se encuentra en Noia y especialmente en Muros, notándose, sin embargo, á su lado el más perfecto tipo celta, y para que se vea hasta donde la naturaleza lleva sus leyes, y sea una prueba más de la opinión de Edwards, podemos asegurar, que entre nosotros viven, aunque contados, descendientes de aquellos piratas normandos que desde el siglo IX al XII invadieron nuestro país. Sin embargo, fenicios ó cartagineses, griegos y normandos debieron quedar en Galicia en corta proporción, pues no es grande en la actualidad el número de sus representantes. La población gallega, es céltica con algunas bolsas ó golpes romanos, allí donde estos fundaron colonias ó tuvieron puestos militares ó políticos de importancia.

En cuanto al elemento germánico (los suevos) que de un modo tan intensivo ocupó el país gallego, se halla difundido entre la población rural mostrándose conforme con el celta: apenas se le distingue. Es más, si en algo se percibe su influencia es en lo que informa la parte tradicional é intelectual. Puede por lo mismo afirmarse que por muy afín al celta, se confundió por entero con este último y con él vive en íntimo consorcio no formando, en definitiva, más que una sola familia.

 ¿Cómo después de tantos siglos, de las irrupciones extrañas que ha sufrido el país y de los cruzamientos que naturalmente han tenido lugar, se conservan tan marcados los tipos generales en nuestra población? ¿Cómo la influencia del clima, tan ponderada por algunos, no ha sido capaz de modificarlos, ni se ha formado uno nuevo, resultado de la mezcla y unión de ambos? Esto lo explica en breves palabras Berard, cuando asienta que "hay una circunstancia que puede contribuir á conservar la pureza del tipo, ó al menos á hacerlo revivir en ciertos individuos, y es que la naturaleza parece tener una tendencia á conservarse, a pesar de las mezclas." Las experiencias hechas para probar ó desmentir esta verdad, lo han demostrado y nosotros mismos hemos llegado á idéntico resultado, con solo observar lo que diariamente pasa á nuestro alrededor; esto es, que cuando los padres pertenecen á tipos superiores, el fruto de su unión viene al mundo con los caracteres de una de las dos razas. Ni se confunden, ni se borran, ni forman un nuevo tipo. Otra cosa nos ha llamado la atención y apuntamos como un hecho que puede ser desmentido ó confirmado por una observación más constante y más inteligente.

Se sabe que el carácter moral de la raza celta se resiente de cierta pasividad y ternura, que indujo á algunos á dominar la raza femenina; pues bien, casi siempre que un habitante de los demás países españoles viene á vivir á Galicia y se une á una mujer de raza celta, ésta predomina y los hijos tienen todos los rasgos comunes al grupo al que ella pertenece, soliendo, muchas veces, ser aptos, en especial para las artes liberales, ó distinguirse por sus no comunes dotes de inteligencia. Esto puede explicarse . La mujer gallega está dotada de una viveza y energía superior á la del hombre de este país -aunque en aquella natural relación de uno á otro sexo- y se la ve llevar su varonil aliento á los trabajos intelectuales, que tienen por cierto un carácter que los separa hondamente de los de los hombres de su raza. Maria Pita es para nosotros, más que una gloria, el tipo de nuestra mujer, que en Mari-Hernandez, la Gallega, dibujó el poeta, con harto seguros rasgos.

No á que la raza céltica, por sus dulces inclinaciones á todo lo vago y ensoñador, ser apta para el cultivo de la poesía, sino á que abunda y predomina en nuestro territorio, debemos atribuir el que de la mayor parte de los escritores gallegos y los artistas que hemos conocido ó de quienes nos quedan retratos, pertenecen á aquel gran grupo de nuestra población. En la Universidad Compostelana se conservan algunos de los retratos de los colegiales de Fonseca que más se distinguieron por su saber ó por su elocuencia de su palabra: el que quiera convencerse puede examinarlos, y notará que los pómulos salientes, la cabeza redonda, el iris azul en algunos, los denuncian como hijos y descendientes de las numerosas tribus gaélicas. Los retratos que conocemos del P. Sarmiento y el escultor Castro, nos presentan dos de los más perfectos y completos representantes de la antigua raza, en comarcas en donde el griego y el fenicio establecieron colonias, y en donde, según reciente observación, existe puro el tipo griego, que en la patria de Castro se conserva todavía.

La preponderancia de la raza céltica en Galicia es un hecho evidente : de aquí el que la poesía y el arte -expresión la más viva y verdadera de las tendencias de los pueblos- sea dulce, triste y melancólica, y en tal grado, que ninguna otra región de España la aventaja. Todos los poetas gallegos pueden decir como Pastor Díaz -una de las más altas inteligencias que produjo nuestro país en este siglo, y que pertenecía doblemente, por la región y por la raza á la gran tribu céltica- aquellos versos bañados de la profunda melancolía de que estaba llena su alma:

No dulce ruiseñor entre rosales

Y entre las flores amoroso anido;

Hijo del mar sus rocas y arenales,

Me dieron su tristeza y gemido.

Otro tanto sucede con nuestros artistas, pues Hernández de Gregorio se distinguió por la dulzura de sus estátuas, y nadie igualó a Ferreiro en la tranquila y suave melancolía con que animó las imágenes que salieron de sus manos. No hemos tenido pintores todavía, -los tendremos, es más que probable- pero se puede asegurar de antemano que no brillarán por lo vasto y grandioso de su composición, sino por la dulzura de la expresión y lo hermoso del colorido; no seguirán ni á Miguel Angel ni á Rafael, pero es posible en cambio que alguno llegue á poseer, la pureza y sentimiento de Durero, el gran maestro alemán.

Para concluir. El tipo céltico que se conoce en Galicia es el que Amadeo Thierry, llama gaélico, y cuyos caracteres, según Berard, son los siguientes: cabeza más redonda que oval, facciones redondeadas y mediana estatura, la nariz no viene recta desde la frente, sino que la separa una depresión. Thierry tiene á los gaels como los verdaderos celtas, que César a su llegada á las Galias halló establecidos desde el Rhôn y el Garonne, hasta los confines de la Bélgica. Bory de Saint-Vincent, que divide la especie jafética, en Gens togata y Gens bracata, dice que el primer grupo formado por las razas caucásica y pelasga viste trajes talares y calvea por la frente; y que el segundo, formado por las razas céltica y germánica, usa trajes cortos y su calvicie empieza por el vértice.

El tipo romano, que con el céltico comparte el dominio de Galicia, se conoce por los siguientes caracteres, descritos por Edwards en su carta á Thierry: el diámetro vertical es corto y por consiguiente el rostro ancho, y como el vértice del cráneo y el extremo de la mandíbula es casi horizontal, el contorno de la cabeza, visto de frente, se acerca mucho á un verdadero cuadrado. Las partes laterales sobre las orejas son convexas, la frente baja, la nariz aguileña, y por último, la parte anterior de la barba, redonda.

 (Manuel Murguía, Historia de Galicia)

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